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Tanto sea por Sí Tanto sea por No

Durante las campañas del plebiscito de 1988, el entonces estudiante Pablo Padilla recogió de las calles medio centenar de panfletos y publicaciones a favor del SÍ. Treinta y cuatro años después, esta carpeta se abre para transformarse en una nueva colección del Museo de la Publicidad, que nos invita a mirar el presente con los ojos del pasado.

Por

UNO

A veces cuesta dimensionar qué tan atrás en el tiempo pueden quedar las referencias de una campaña política. Como para dejar claro que la historia tiene sus propios ritmos, la consigna de invocar al amor para votar en un plebiscito cumplió 44 años.
Son evocaciones reveladoras de cómo un mismo mensaje intenta encontrar los mismos canales para llegar a la emoción del eventual votante. El sí perdió en 1988, el rechazo ganó en 2022, y la paradoja a descifrar es cómo el mismo discurso de amor obtuvo resultados contrapuestos. Es la historia, que avanza y da vueltas, en una espiral que una vida no alcanza para descifrar.

DOS

Recogí estos impresos cuando tenía unos 22 ó 23 años. Cruzaba avenidas santiaguinas desde mi casa hasta mi trabajo de entonces. Las avenidas estaban empapeladas completamente por la omnipresente propaganda a favor de Pinochet. Hasta ahora, no tengo una explicación racional del porqué lo hice. Quizás en ese momento inicié, sin proponérmelo, mi pasión por los archivos y la documentación. La que me llevó a preservarlos durante todos estos años. Sirvan ahora, entonces, para hacerse una idea del inmenso caudal de recursos (gráficos en este caso) que se pusieron a disposición de la continuidad del régimen de Pinochet. En otro soporte y con otros medios tecnológicos, estas piezas son apenas una pequeña muestra de cómo se invierten recursos millonarios por ganar elecciones. Con resultados inciertos, es verdad, porque a veces en política el amor pierde, otras veces se impone. Y así se escribe la historia.

TRES

Un tema pendiente que puede abrir incluso líneas de investigación, es el aparataje industrial que se puso en marcha para producir este tipo de impresos. No hablamos de papelería de bajo nivel. Claramente, la mayor parte de las piezas, impresas a 4 colores, no solo anticiparon el desborde propagandístico de los años 90, sino que apuntan claramente al uso masivo de recursos fiscales. No hay que olvidar que, a la fecha, había grandes talleres de impresión en manos del Estado. Fundamentalmente, me imagino las imprentas del diario La Nación (en ese tiempo llamado “El Cronista”), puestas a disposición de la campaña de Pinochet en 1988. Insisto: es un hilo que sería interesante seguir, para terminar de dimensionar los detalles de una campaña que, tanto sea por sí como tanto sea por no, hizo historia, nuestra historia.

*Pablo Padilla es escritor, profesor ayudante de la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales.

 

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