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La ilusión del emprendimiento pleno y otros discursos presidenciales

La mayoría de los discursos presidenciales se consagraron al emprendimiento y las pymes.

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¿Cuándo en Chile comenzamos a adorar el emprendimiento? Esta es una pregunta relevante si ponemos atención a los discursos económicos que aparecieron en la franja electoral presidencial de noviembre. No importa si la candidatura está a la derecha, a la izquierda o si pretende no estar en ninguna parte, la mayoría de los discursos presidenciales se consagraron al emprendimiento y las pymes.

Al ver la franja parecía indiscutible que necesitamos muchas, miles, millones de pymes, por lo que las políticas públicas y los recursos económicos deben destinarse a ellas. Esto es llamativo, no solo por la evaluación crítica que podamos hacer de la decisión de priorizar el emprendimiento dentro del abanico de actividades socioeconómicas existentes y posibles, sino porque, en la actualidad, pocas cosas son tan transversales como el amor por las pymes. 

Esta centralidad de las pymes en la comunicación política es relativamente novedosa en los relatos presidenciales, y, desde un punto de vista histórico, es aún más llamativa en el discurso de la izquierda. Tradicionalmente, la prioridad de este sector había estado en la clase obrera y en el mundo del trabajo, no en la figura del emprendedor, por más pequeño que este fuera. Pero en Chile el emprendimiento ha ido tomando una connotación particular, tal como lo señalan Bernasconi y Espinosa en su artículo “No politics, no society”. En esta investigación genealógica, se muestra cómo la universalización de la cultura emprendedora se ha ido estableciendo lejos de los conflictos de clase del marxismo y, en cambio, se ha adoptado una visión schumpeteriana del emprendimiento y la innovación.

Lo problemático, tal como ahí se plantea, es que el emprendimiento se glorifica a costo de silenciar las exorbitantes desigualdades sociales y, podríamos agregar, la precariedad laboral que muchos autoempleos conllevan. Esto, pues en la ambigüedad de los conceptos reside tanto su riesgo como atractivo: las palabras emprendimiento y pymes han comenzado a usarse para hacer referencia a casi cualquier iniciativa económica e, incluso, son conceptos que parecieran otorgarle dignidad a lo que antes era trabajo precario (según los datos del INE, más de 260 mil emprendedores son «trabajadores por cuenta propia» que trabajan en la calle y 947 mil ganan el sueldo mínimo o menos). De este modo, el atractivo radica en el ideal del negocio propio, de la libertad que otorga ser el propio jefe, sin importar el origen, clase social, género, etnia, nivel educacional o las redes de quien busca emprender. En el fondo, en la posibilidad de esquivar las barreras que impone la desigualdad estructural. 

La novedad de la interpelación pymes y el emprendimiento en las franjas presidenciales se hace muy evidente si miramos las últimas cinco franjas en segunda vuelta (disponibles en la exposición virtual “Démosle una segunda vuelta”, del Museo de la Publicidad de la Escuela Diego Portales). En la contienda presidencial del 2000, por ejemplo, no existe un discurso sobre la cultura emprendedora ni de las pymes. Al contrario, Ricardo Lagos (4 de enero de 2000) despliega su visión del desarrollo en torno a los grandes proyectos y en vínculo directo con la inversión extranjera. Le habla aquí a una multitud eufórica, rodeado de flameantes banderas nacionales y música solemne. Y no se trataba de un proyecto nacionalista, sino de un país que es entendido como miembro de la comunidad global, desde donde Lagos anuncia: “Las grandes obras que Chile necesita cuestan miles de millones de dólares, por eso me he reunido con los más grandes inversionistas del mundo […] el dinero está […] lo conseguimos […] lo que falta es poner en marcha los proyectos que darán trabajo y bienestar a miles de chilenos”. De esta manera, con imágenes intercaladas de las «riquezas naturales» de Chile (desierto-minería), los símbolos de la nación y manejando los tiempos del discurso con excelsitud, Lagos articula un camino común donde la ciudadanía, de un mismo modo y por los mismos medios, alcanzaría el bienestar a través del trabajo generado por la inversión de las grandes empresas.

Ricardo Lagos despliega su visión del desarrollo en torno a los grandes proyectos y en vínculo directo con la inversión extranjera.

Incluso hasta el 2006, la izquierda no tenía un relato sobre las pymes. Es más, en la campaña de segunda vuelta, Michelle Bachelet intenta diferenciarse decididamente del discurso empresarial y dice, por ejemplo: “Chile no es una empresa, hay que conocer a la gente, escucharla, entenderla” (1 de enero de 2006), en una clara alusión a Sebastián Piñera, su contrincante de marcada identidad empresarial. Indistintamente, en esta misma campaña, Bachelet muestra su visión del desarrollo económico aún en conexión con el modelo de Lagos: enuncia palabras como crecimiento, exportación, riquezas, productos, puertos y conectividad (4 de enero de 2006). Asimismo, se ve a la candidata hablando en francés, alemán e inglés, prometiendo que en su eventual gobierno se continuaría con los tratados de libre comercio, porque Chile “is an open economy”, y asegura que seguiremos en ese camino (8 de enero de 2006).

Hasta ese momento, y a pesar de que las políticas de la Corfo de la era concertacionista habían venido fomentando las pymes desde los noventa, estas habían permanecido relegadas en las campañas electorales. El 2010, sin embargo, las pymes irrumpieron en el discurso de las principales candidaturas presidenciales: por un lado, Piñera anuncia que su mandato sería “el gobierno de las pymes” y de la clase media (Franja presidencial segunda vuelta 2010 – Sebastián Piñera). Eduardo Frei, por su parte, realiza un vínculo directo entre el modelo de Lagos y el que comenzaría a gestarse y, mostrando distintas imágenes de trabajadores manuales, expresa que “una empresa puede ser pequeña, pero la gente que trabaja ahí es demasiado grande. Apoyar las ganas de emprender, hacer que esta empresa crezca y proteger sus derechos será una de nuestras principales tareas” (Franja presidencial segunda vuelta 2010 – Eduardo Frei). Con todo, y a pesar de la aparición de esta figura en el relato, las pymes y los emprendedores aún ocupaban un espacio muy acotado dentro de la franja. Es más: la campaña de Frei contrarresta estas menciones con un discurso antimercado y pro cultura, liderado por actores de televisión.

En la campaña de segunda vuelta, entonces, habrá que observar qué desarrollos se plantean dentro de esa abstracción que llamamos «la economía»: ¿qué se propone sobre el trabajo, las relaciones laborales, las formas en que producimos, con qué gratificaciones, a qué costos y –especialmente– cómo distribuiremos lo que producimos a nivel de sociedad?