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El ser humano y la hembra: género y política de ayer y hoy

En términos políticos, la figura femenina ha sido y sigue siendo representada por medio de estereotipos y construcciones androcéntricas, tanto en el lenguaje como en la imagen.

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Ver exposición “Demosle una segunda vuelta”

En 1949, Simone de Beauvoir, filósofa, profesora y escritora francesa, lanza su libro El segundo sexo, una obra de donde se extraen importantes conceptos sobre género y feminismo. Podríamos creer que hoy, en el 2021, los temas que ahí se describen son parte de una realidad que ya pasó de moda, que corresponden a una parte de la historia que construyó su realidad sobre la base del patriarcado y que hoy es diferente. La verdad es que no estamos tan avanzados como pensamos, porque mucho de lo que se plantea en este texto sigue vigente en nuestra sociedad, como si las vivencias en cuanto a problemáticas de género no nos hubiesen enseñado nada.

En ámbitos sociales, educacionales y especialmente políticos, la figura femenina ha sido y sigue siendo representada por medio de estereotipos y construcciones androcéntricas, tanto en el lenguaje como en la imagen. Es cosa de viajar en el tiempo a las elecciones anteriores y ver cómo ella y sus demandas han sido representadas por los diversos candidatos y candidatas, y cómo esta evolución ha obligado a redireccionar los discursos de los y las presidenciables a las necesidades actuales de la sociedad.

En el año 2000, Joaquín Lavín debuta en las elecciones presidenciales. En una de sus cápsulas de la franja (disponibles en la exposición “Démosle una segunda vuelta” del Museo de la Publicidad de la Universidad Diego Portales), su esposa, María Estela León, expone en su discurso lo que ella considera el rol de la mujer en esa época. Esta perspectiva está enfocada desde el patriarcado y los roles de género: “La mujer necesita trabajo para su marido y para ella, un sistema para que alguien cuide de sus hijos”. Para León, la mujer es vista como parte de una familia y no como una sujeta de derecho independiente. La propuesta la relega a lo doméstico, a quien se hace cargo de la casa, que necesita que el marido tenga trabajo y alguien que le ayude con sus responsabilidades maternales para poder realizarse profesionalmente. Su marido, el candidato, refuerza estos roles y estereotipos de género, escondidos en la promesa de cambio y desarrollo; promesa que las sigue relegando al hogar, el lugar del mundo donde más se les necesita. En este contexto, en 1949, De Beauvoir postulaba que “las chicas van siendo encerradas en una esencia femenina que no les permite crecer como sujetos, sino como objetos al servicio de otros y de su propia imagen”. En el 2000, esa misma frase sigue cobrando sentido.

Seis años más tarde, Michelle Bachelet disputa el cargo de la Presidencia junto a Sebastián Piñera. Es la primera mujer en la carrera por usar la banda presidencial en la historia de nuestro país. En una de sus cápsulas de franja, se refiere a quienes no le dieron su voto por la desconfianza que produce en la sociedad, en ese momento, tener una mujer a la cabeza del Estado: “Quiero hablarles a los que no votaron por mí porque soy mujer”, para luego referirse al doble trabajo que el género realiza y la normalización de esto, argumentando que “siempre hemos tenido que rendir al 100%, en tareas las 24 horas del día y, por supuesto, no tener dolores de cabeza”.

Su mensaje concluye apuntando a que la fortaleza no tiene género, invitando a cambiar de mentalidad a la sociedad que desconfía de las habilidades del género femenino para dirigir al país, ya que, a fin de cuentas, “una mujer Presidente es una gobernante que no usa corbata”. Michelle necesita justificar su candidatura y explicar por qué una mujer en el poder podría ser una buena alternativa para quienes voten por ella. Lo paradójico de esto, es que nunca hemos visto a un candidato dando razones para votar por él por el hecho de ser hombre. En ese sentido, la necesidad de justificar y argumentar a través del género para adquirir un espacio político es una condición netamente femenina. Como si tuviésemos que explicar y argumentar constantemente por ser y ocupar espacios que antes no nos eran correspondidos.

En política, “existe una especie de obligación a referirse al hecho de ser mujer”. Así lo postuló la investigadora posdoctoral del Centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), Mariana Valenzuela, en una columna escrita sobre feminismo y estrategia política. En el caso de Bachelet, utilizar el género es una manera de posicionarse en un espacio político que siempre les perteneció a los hombres, donde ella viene a romper con lo establecido y a establecer parámetros más empáticos y cercanos con las personas; cualidades que se asocian mucho más a las mujeres.

Por otro lado, se refuerzan los estereotipos asociados a la feminidad y la maternidad. Michelle encarna ese arquetipo maternal potente en nuestra sociedad, como una estrategia política que representa todo aquello de lo que su contrincante masculino en ese entonces, carece. Es, además, lo opuesto a quien, en el 2013 –el año en que dos mujeres se disputaban la Presidencia– sería su oponente. Evelyn Matthei se aleja de la madre y esa distancia exacerba lo que desde siempre se ha identificado como características masculinas: la dureza y la practicidad. Alejarse de lo maternal y definirse a sí misma como “dura”, cuyos méritos políticos no tienen nada que ver con su género, refuerza en el 2013 lo que De Beauvoir postula hace casi 60 años: “El hombre se define como un ser humano y la mujer como una hembra: siempre que se comporta como un ser humano se dice que imita al macho”​.

Hoy, el escenario es más diverso, pero no por eso más evolucionado que lo que El segundo sexo expone. Hay candidatos y candidatas que se han atrevido a exponer las necesidades de género desde todas sus perspectivas, mientras que hay quienes siguen el mismo modelo patriarcal de antaño para construir al género femenino.

Qué ganas de no vernos más en estos mensajes únicamente como dueñas de casa y mujeres de esfuerzo.

Qué ganas de que quienes asesoran a candidatos y candidatas tuviesen mayor perspectiva comunicacional, para hacer que conceptos como los del segundo sexo sean parte de una sociedad antigua, y no de aquella que la política pretende construir para sus ciudadanos y ciudadanas.

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